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Una noche mexicana
¿Qué es la mexicanidad? ¿Existe alguna definición que pueda encerrar el crisol de lo que significa ser mexicano? Dice el escritor y filósofo Heriberto Yépez que no hay país con tanta voluntad por escribir su identidad que el mexicano: no son pocos los que han escrito acerca de lo que significa ser mexicano, partiendo del gran Alfonso Reyes al Laberinto de la soledad de Octavio Paz, de un tratado queriendo ser totalizante de Samuel Ramos a la Jaula de la melancolía de Roger Bartra; de esa enunciación de la raza cósmica de José Vasconcelos a La increíble hazaña de ser mexicano del propio Heriberto Yépez.
Lo cierto es que, pese a todos estos intentos de clasificar, catalogar e identificar qué es ser mexicano, no hay una respuesta única y concreta. México es un mural infinito de identidades y realidades que se tejen desde la anécdota y lo cotidiano. Que se narra desde las historias mínimas de su gente, de su multiculturalidad.
La noche del 15 de septiembre, el centro de Hermosillo sirvió como un pequeño ecosistema de lo mexicano. Un nutrido programa artístico y cultural, organizado por el Instituto Sonorense de Cultura y el Gobierno de Sonora, configuró una noche bien mexicana: ahí vamos con esa tautología de que México es música, colores, celebración y resistencia. De la cuentacuentos de Rosa Villa Font a los títeres de la Compañía Lormiga -recién llegada de su gira europea-. La voz de Perla Ross cantando esas canciones insertadas en el inconsciente colectivo de todo mexicano, esas letras que son bálsamos para el dolor e incentivos para la alegría, el Mariachi Juvenil Sonora acercándonos a algo tan nuestro. La Orquesta de los hermanos Othón y la del mítico Chino Medina. Cada escenario como universos aparte pero en consonancia. También fusiones musicales como Los hijos de Frank o el grupo Elemento, de rock. Las danzas y pascolas de los grupos originarios, piedras fundacionales de México.
"La serenata", obra de teatro de la Compañía Escena 170 que representa bien esa esencia romántica de lo mexicano. Pero México también está en su comida. Niñas, niños, adolescentes, adultos y personas de la tercera edad, todas caminando con su cóctel de elote -o esquites o como gusten llamarlo-, con sus tamales, comiendo pozole o menudo, tacos de carne asada, de pastor, 'dogos', botanas rebozantes de chile -¿Qué otra certeza de lo mexicano si no es el picante?-, aguas frescas del sabor que nos imaginemos.
Finalmente, a las 11 de la noche, salió el gobernador Alfonso Durazo Montaño al balcón del Palacio de Gobierno. ¡Viva México! ¡Viva México! ¡Viva México! Lo siguió la música divina de la Banda Sinfónica del Estado de Sonora, dirigida por el maestro Renato Zupo, para tocar el Huapango de José Pablo Mocayo, canción icónica de lo mexicano, mientras en el cielo, un espectáculo bellísimo de drones y luces obligaban a los sonorenses a contener la respiración.
Así es una noche mexicana.