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Presenta Carlos René Padilla su libro "Bavispe" en la Sala de Arte del Instituto Sonorense de Cultura
"Bavispe" ya está aquí. La obra ganadora del Libro Sonorense 2020, en el género cuento, se presentó al mundo literario este miércoles.
Con la presencia de su autor, Carlos René Padilla, la directora del ISC, Beatriz Aldaco, y el público que se dio cita en la noche de víspera patria, "Bavispe" vio la luz.
El libro de Carlos René Padilla es, antes que todo, un ejercicio de reivindicación de un espacio: el de los pueblos y comunidades constantemente olvidadas por todos. Ante una tendencia muy marcada donde la literatura ha ido por temáticas profundamente urbanas, cosmopolitas, situadas en las ciudades (esos centros urbanos tan caóticos cómo mal planeados).
Bavispe es un retorno a esa tradición rulfesca o garciamarquezca de situar a la literatura en esos páramos bucólicos, rurales, donde desde fuera y con nuestra mirada colonizada por el ritmo urbano, creemos que las cubre un tupido manto de quietud, donde el tiempo parece no transcurrir.
Con Bavispe somos testigos de que esos prejuicios nuestros son falsos. Bavispe se convierte en el epítome de que la buena literatura está en todos lados. Padilla construye un universo laberíntico, atemporal, una breve historia de Bavispe y sus alrededores que dotan y proyectan y relatan su identidad, sus tragedias, sus resortes comunitarios.
Lo hace a través de una prosa que mezcla la poética de la sencillez y capta esa belleza de la oralidad, de las historias vagabundas que van saltando de generación en generación. Asistimos pues, a un mural verbal de gran calado, donde el terremoto que se traga al pueblo (en una hipérbole periodística) en 1887 funciona como un mito fundacional de Bavispe, siempre sobrevolando por los diversos cuentos, como anécdota de un determinismo macabro.
Los personajes que habitan las hojas de Bavispe son complejos, tan reales que asustan -aun si son fantasmas-. Las historias que nos cuenta su autor tienen entramados éticos y estilísticos que obligan al lector a reconstruir, interpretar e imaginar los finales, que pegan como si fueran un gancho al hígado.
De ese juego fársico de la protagonista de las plañideras, dónde nuestra protagonista encuentra un sentido a su vida fingiendo -y cobrando por- llorar en los funerales del pueblo (con una subtrama poderosamente manejada sobre la violencia machista e intrafamiliar), hasta esa historia de venganza poética y metafórica que es Mar de estrellas. De Un hombre bueno nos cuenta las desventuras de una familia caída en desgracia por la gandallería de uno de sus hijos -el díscolo Maximino que regresa a Bavispe una vez muertos sus padres, al hiriente cuento de Comala, relato con el que cierra el libro y que está basado en una noticia que todos quisiéramos no vivir en ese país: el camión encontrado con decenas de cuerpos muertos, y que en La pluma de Padilla toma otro vuelco: una historia mínima que no se concentra en el hecho en si -con todo el morbo y la pornomisera que pueda llevar implícita semejante noticia- sino que nos cuenta la epopeya del padre en busca de un joven, atenazado por las fuerzas del narco y el dinero, que bien podría ser uno de los cuerpos anónimos que yacen en ese camión.
“Bavispe” mantiene la firma esencial de los temas que obsesionan a Padilla, pero es, también un testamento de la versatilidad y madurez autoral: la construcción de un universo cargado de matices, de entretejidos que dotan de coherencia, con un estilo abiertamente cinematográfico y que va del western al noir, del drama romántico con tintes decimonónicos al terror gótico.
Cómo dice mamanina, la gran relatora del terremoto en las páginas de Bavispe: "En ocasiones los libros solo nos dicen lo que creen que vamos a comprender, por eso cuando los relees siempre aprendes algo nuevo.