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Arturo Márquez para el mundo
- El maestro Márquez dio su charla sobre el proceso creativo de “Fandango. Concierto para orquesta y violín”
La música es un lenguaje único, universal. El día de ayer, en Hermosillo, se llevó a cabo la Conferencia “Fandango. Concierto para orquesta y violín”, del ilustre compositor sonorense, Arturo Márquez, en el Teatro de la Ciudad de la Casa de la Cultura.
Nadie puede decir que no conoce el Danzón No. 2, del maestro Márquez, oriundo de Álamos. Sus composiciones han cruzado todo el globo terráqueo y su versatilidad como compositor tiene como testamento su larguísima trayectoria. Pero como todo artista que se precie de serlo -artista, en mayúsculas, siempre en busca de reinventarse-, hay una hiperactividad autoral en el maestro Márquez. Fandango, concierto para orquesta y violín, fue compuesto durante la pandemia; “esa época donde el encierro se sintió diferente, lleno de dolor y tristeza por todos aquellos que se fueron y que, sin embargo, nos hizo apreciar la vida”. Se trata de una idea que venía arrastrando desde hace 30 años.
Fue una de esas casualidades y sincronías que tiene la vida la que aceleró la creación de esta pieza: Un mensaje de la violinista Anne Akiko Meyers, una de las intérpretes más brillantes a nivel mundial, que buscaba la creación de un concierto para violín.
Así inició ese periplo autoral de componer algo nuevo. El camino de investigación fue laberíntico y profundo y lo llevó a recorrer el mapa sonoro del mundo: España, Argentina, Veracruz, la Huasteca, según cuenta el compositor sonorense.
“El fandango siempre me ha fascinado, siempre ligado al flamenco español, pero sabemos que el fandango es muy mexicano, el fandango se transforma en un huapango mexicano, es fiesta. El tango, huapango, fandango son eventos de baile donde la gente se reúne para zapatear. Escuché mucho de los fandangos españoles, de Veracruz, de la huasteca. Uno de los sones de la huasteca es el Fandanguito. Siempre tuve la idea de hacerlo en algún momento.
Para Márquez, el fandango es una “fiesta de sones, un ritual de música y bailadores, de gente y son”. Además, la creación de este ritmo tiene tres movimientos: la Folía tropical, la chacona y el Fandanguito.
En un contexto donde la globalización, la propia posmodernidad y las tendencias decoloniales nos obligan a resignificar la música popular, la figura del maestro Márquez es clave e indispensable.
“Estoy retomando algunas cosas del pasado y las actualizo, una especie de posmodernismo, tomar algo antiguo y ponerlo en nuestros tiempos. Yo siento que también estoy más convencido que es el lenguaje que me funciona. En los años 80 yo utilizaba música experimental y avante-garde y estuve muy contento y después ya no, cuando empecé a escuchar la música popular y me dije: Esto es lo que quiero hacer”, finalizó Márquez.